Cada vez más se escucha el concepto «productos de kilómetro cero». Está muy conectado a la idea de economía circular y a la filosofía «slow food». La economía circular es uno de los modelos de producción (y también de consumo) más sostenibles, en el que se aumenta la vida de las materias primas en los ciclos productivos. El slow food surge como oposición al fast food y promueve hábitos saludables; entre ellos, el consumo de productos de agricultura y ganadería ecológicas. En un mundo en el que la sostenibilidad debe ser prioritaria, es bueno conocer en profundidad qué son y por qué deberíamos estar atentos a esta idea y fomentar con ella nuestros hábitos de consumo, que formarán parte de cómo nos alimentaremos en un futuro no tan lejano.

Definición de productos de kilómetro cero

Se conocen como productos de kilómetro cero a aquellos que se producen o fabrican cerca de nuestro lugar de residencia. En general, todos nosotros deberíamos poder abastecernos de casi todos los alimentos que consumimos con productos cultivados o fabricados en un radio de máximo 100 kilómetros de nuestra casa (a excepción, quizá, del pescado en las zonas de interior). Lo que conseguimos al consumirlos es reducir el impacto medioambiental que supone trasladar esos productos hasta nuestro destino: no es lo mismo comprar fruta que se ha cultivado a miles de kilómetros de distancia que adquirir la de un huerto cercano. Se reduce el gasto en combustible, pero también en residuos como plásticos, cartón, etc. Para que un producto sea de kilómetro cero tiene que cumplir estos requisitos:

  • Haber sido producido o recolectado en un radio inferior a 100 kilómetros de nuestro lugar de residencia.
  • Ser de temporada.
  • Ser ecológicos. Esto implica que tanto su proceso de producción como su transporte esté sujeto a una serie de normativas que los consideran como tal: respetando sus ciclos naturales, sin transgénicos, sin pesticidas, etc.
  • Dejar la menor huella de carbono posible, también en su transporte.

Y ¿cómo podemos saber que compramos productos de kilómetro cero? Hay dos maneras de asegurarnos:

  1. Adquiriendo la fruta, la verdura y otros productos elaborados como lácteos, por ejemplo, a pequeñas cooperativas, huertos, el mercado de nuestra zona, etcétera.
  2. Fijándose en el etiquetado de dichos productos cuando vamos al supermercado, ya que no siempre es posible comprar a pequeños productores.

De momento, y aunque hay iniciativas como la de ASAJA en Cataluña o la de Madrid Km0, no hay un logotipo unificado para los productos de kilómetro cero, pero es relativamente fácil identificarlos tanto cuando compramos como cuando vamos a un restaurante slow food.

¿En qué nos beneficia consumir más productos de kilómetro cero?

Son muchos los motivos, pero estos son los principales:

  1. Nos alimentamos de forma mucho más saludable.
  2. Se reduce la contaminación, se cuida el medio ambiente y se apuesta por la sostenibilidad.
  3. Tanto los valores nutricionales de dichos productos como su sabor mejoran sensiblemente: no es lo mismo un tomate cultivado en un huerto que consumimos en temporada que otro que ha madurado en cámara y está disponible todo el año.
  4. Protegemos a los pequeños comerciantes y, en consecuencia, favorecemos la economía local.

Apostamos por un comercio justo, que paga mejor a agricultores y ganaderos al reducirse el número de intermediarios.