La transición digital está llevando a numerosos negocios a implementar tecnologías para aumentar su rendimiento y visibilidad. Pero además de un buen software que automatice ciertas tareas y deje tiempo para la parte más creativa, existen otras herramientas que mejoran la productividad. No todas ellas han nacido ahora; de hecho, hay muchas metodologías de gestión de proyectos, algunas de las cuales se crearon hace más de cien años. Y, con distintas mejoras (e incluso incorporación en programas informáticos), se siguen utilizando en la actualidad, como estas cinco.

Waterfall: gestión de proyectos en cascada

Waterfall significa precisamente eso: cascada. Se llama así porque el proyecto que se va a acometer se divide en fases (algo común a todas estas metodologías), pero cada una de ellas solo comienza cuando se ha finalizado la anterior. Es decir, la fase terminada cae sobre la siguiente.

Las fases de una metodología Waterfall, a grandes rasgos (y adaptables a cada empresa), son:

  • Requisitos.
  • Análisis.
  • Diseño o desarrollo.
  • Implementación.
  • Pruebas.
  • Mantenimiento.

Agile: sostenibilidad y cliente en el centro

Agile es una de las alternativas que surgieron, a principios de este siglo, a metodologías más antiguas, como Waterfall. El nombre no es casual (agile significa ágil) y, como muchas de los nuevos métodos de gestión de proyectos, surgió en el entorno de programación informática. Pero Agile saltó al resto de los formatos de empresa.

En la metodología Agile o ágil, la satisfacción del cliente es el núcleo alrededor del cual se orquesta todo. La autogestión de los equipos, la búsqueda de la simplicidad y la funcionalidad, el no despilfarro de recursos, la colaboración y compenetración entre los distintos equipos y entre el equipo y el cliente o la capacidad de reacción ante los cambios son algunas de las piedras angulares que se explican en los doce puntos de su manifiesto.

Kanban: tarjetas para facilitar el sistema de producción

Kanban se considera un subsistema de la metodología ágil, pero lo que la diferencia de la anterior es un sistema de tarjetas (de hecho, kanban significa letrero o tarjeta en japonés) que guían a la empresa en la ejecución del proyecto y avisan de cuándo hay que crear un nuevo producto. Esta metodología es perfecta para procesos de fabricación: la inventaron en Toyota, precisamente, para mejorar el sistema de producción. Se trata de un método muy visual, que muchos de los programas informáticos incorporan actualmente.

Scrum: un organizador frente al equipo

El método Scrum, al contrario que metodologías más horizontales, como Agile, necesita lo que llaman un Scrum master, es decir, un responsable de organización que esté pendiente de la ejecución de cada fase del proyecto. A través de tres fases (planificación, reuniones diarias para ponerse al día y análisis final del proceso, Scrum busca depurar este en las sucesivas veces que un proyecto se genera; podríamos, por tanto, representarlo en modo espiral (y no en escalera como podría ser Waterfall).

La ruta crítica: planificación calendario en mano

La llamada ruta crítica tiene en cuenta, principalmente, los tiempos que se emplean en cada fase del proyecto. Para implementar esta metodología debemos tener en cuenta, de manera realista, cuánto se tarda en ejecutar cada sprint o etapa. Es un método excelente para un negocio que tenga muchas tareas iterativas y conozca a la perfección los tiempos.