Las altas temperaturas que se están registrando en verano han causado que alrededor de 200.000 hectáreas de terreno hayan ardido en nuestro país. Y ni siquiera hemos llegado a la mitad del verano. El terreno que ha ardido es el más grande en lo que va de siglo. Pero, dejando atrás datos que realmente asustan, ¿qué los provoca, qué podemos hacer nosotros en el terreno de la prevención de incendios forestales y cómo protegernos si se declara uno cerca?

¿Por qué hay más incendios forestales en verano?

Los incendios forestales van asociados a largos periodos de sequía, como el que estamos viviendo en estos momentos: el suelo y los árboles están más secos y cualquier pequeña chispa u hoguera puede hacer que se propaguen a gran velocidad. Es importante señalar que, si bien el calor es un factor que favorece la rápida expansión del fuego, la mayoría tienen en el hombre su origen (se calcula que el 95% lo son). Pueden ser intencionados o fortuitos. Los primeros obedecen a motivos siempre abyectos, que van desde especulación urbanística hasta ahuyentar a ciertos animales, manipular el precio de la madera, etc. Pero son los fortuitos de los que nos vamos a ocupar en lo que a prevención de incendios forestales se refiere. ¿Cómo podemos evitarlos?

¿Cuándo hay más incendios forestales?

A pesar de que la inteligencia artificial cada vez está más desarrollada para anticiparse a desastres naturales, incendios incluidos, lo cierto es que hoy por hoy es el gran problema en nuestra área (la zona del Mediterráneo en general). La época de mayor incidencia de incendios forestales se da en el arco de junio a noviembre, ambos incluidos, aunque julio y agosto son especialmente feroces. El mediodía y el atardecer son los momentos del día más proclives, y los fines de semana imperan sobre los días laborables.

La prevención de incendios forestales está en nuestra mano

La fundación Aquae tiene publicado en su página web un decálogo de prevención de incendios forestales que nos interesa tener presente. Especialmente, en estos puntos que sí podemos controlar como ciudadanos:

  1. Cuando vamos al monte o al bosque, no debemos abandonar residuos. Los cristales, por ejemplo, actúan como una lupa y cuando inciden los rayos de sol estos pueden provocar un incendio. Los papeles o cualquier otro material de rápida combustión también debemos retirarlos (además de por un evidente motivo medioambiental).
  2. Nada de fumar. Una colilla mal apagada o una cerilla puede ser el arranque de una tragedia. Ojo también a tirarlas por la ventanilla del coche: el viento las puede llevar a un lugar en el que prendan.
  3. No hagas fogatas ni barbacoas. Una brasa o una pequeña llama es solo el detonante.
  4. Quemar rastrojos, especialmente en la época de mayor riesgo, es una bomba: muchos incendios comienzan así.
  5. Si vivimos en una zona de riesgo, debemos evitar las barbacoas en los días de viento, recoger siempre los residuos y dejarlos en contenedores habilitados. Y, por supuesto, es preferible no plantar arbustos que ardan con facilidad (como la arizónica o el ciprés) y elegir especies de menor riesgo.

¿Cómo actuar ante un incendio forestal?

Al igual que ocurre con un incendio doméstico, la prioridad es protegerse. Esto es lo que debes hacer:

  1. Si lo avistas, aunque estés a salvo llama al 112.
  2. Si lo tienes ante ti y solo si es muy pequeño, trata de apagarlo con tierra, ramas o agua.
  3. Aléjate en dirección opuesta a las llamas y, al igual que harías en casa, tápate boca y nariz con un trapo mojado.
  4. El fuego se desplaza hacia arriba, así que hay que huir cuesta abajo.
  5. En el caso de que el fuego te rodee, sitúate en la zona que ya se ha quemado y evita cruzar las llamas.