¿A qué llama «autocuidado» la Organización Mundial de la Salud? Lo define así: «Es la capacidad de las personas para promover la salud, prevenir enfermedades, mantener la salud y hacer frente a enfermedades y discapacidades con o sin el apoyo de un proveedor de asistencia sanitaria». 

Con o sin ellos, el autocuidado representa hoy por hoy un nuevo abordaje de la salud. Cuando pensamos en estar sanos, lo primero que nos viene a la cabeza son médicos velando por nuestro estado físico y psicológico. Sin embargo, cuidarse (autocuidarse) es donde reside nuestra salud.

¿Por qué el autocuidado se ha convertido en el pilar de la atención primaria?

La OMS estima que, de aquí a 2030, habrá un déficit de 18 millones de trabajadores sanitarios, especialmente en los países de rentas medias y bajas. Pero se prevé una bajada global. En este contexto, es imprescindible utilizar herramientas de prevención que reduzcan en lo posible la necesidad de utilizar los servicios sanitarios.

La brecha socioeconómica y de género también afecta a la salud

El autocuidado está íntimamente asociado al nivel económico y educativo. Al hilo de esto, en la XLI Reunión de la Sociedad Española de Epidemiología se expuso una investigación que da mucho que pensar: las desigualdades socioeconómicas y educativas, además de las de género, impactan muy negativamente en la salud. Dicho de otra manera: el autocuidado está más presente en las personas con más herramientas económicas y sociales que en los colectivos más vulnerables.

Decálogo del autocuidado

Dicho esto, conviene recordar, siquiera someramente, cuáles son las máximas del autocuidado para aplicarlas en la vida diaria.

  1. Alimentarse de manera equilibrada. Una mala alimentación no solo se asocia a un mayor riesgo de diabetes tipo 2 o a enfermedades cardiovasculares, sino también al cáncer.
  2. Dormir bien. Los buenos hábitos de sueño reducen el deseo de ingerir comida no saludable. También tienen un impacto directo en la salud cerebral: dormir mal acelera el deterioro cognitivo.
  3. Hacer ejercicio físico. No es preciso matarse en el gimnasio, sino moverse en la medida de nuestras capacidades y edad. Media hora diaria de actividad moderada es suficiente para reducir riesgos de enfermedades crónicas.
  4. Cuidar nuestra salud mental. La ansiedad o la depresión pueden estar provocadas por numerosos factores. El autocuidado influye directamente en la salud mental; algunos estudios apuntan a que puede incluso tener más impacto que los tratamientos farmacológicos.
  5. Abandonar el tabaco y el alcohol. Sabemos de sobra lo dañinos que son ambos para la salud. Al tabaco hay que decirle que no radicalmente y el alcohol, al menos, hay que reducirlo al máximo y consumirlo solo en ocasiones puntuales.
  6. Ser proactivo con nuestras rutinas de salud. Cualquier revisión, analítica, visita rutinaria al médico…, debemos cumplirla a rajatabla para una detección temprana de cualquier problema, si lo hay.
  7. Planificarse correctamente. Hacer una planificación de tareas eficiente, pero también racional, es imprescindible para reducir el estrés (que también daña nuestra salud).
  8. Asumir que no podemos tenerlo todo bajo control. Debemos aprender a decir que no, a pedir ayuda y a sacarnos de encima el sentimiento de culpa a todas horas: es imposible abarcarlo todo.
  9. Guardar al menos una hora al día para nosotros mismos. No todo es producir: leer, escuchar música, dibujar, practicar nuestra afición favorita o, simplemente, darse un baño y relajarse es imprescindible.
  10. No abandonar las relaciones sociales. Estar con gente, conversar, intercambiar opiniones…, no solo alimenta el espíritu, sino que también contribuye a una buena salud neurológica. La soledad y el aislamiento social se relacionan con enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer.