El concepto de contaminación digital es relativamente nuevo. Sabemos, porque lo vemos, la huella de carbono que dejan nuestros coches alimentados con combustibles fósiles. También somos conscientes de que los alimentos que llegan desde muy lejos son altamente contaminantes por esos mismos combustibles. 

Tenemos en la cabeza la idea de ciudad verde en la que aspiramos a vivir, pero ¿cómo se contamina con el uso de dispositivos tecnológicos, y lo que es más importante, cuánto?

Así se produce la contaminación digital

Entender la contaminación digital es algo más complejo que otras más visibles, pero vamos a tratar de explicarlo. Cargar nuestros dispositivos, su conexión a la red eléctrica, ya son contaminantes. Su producción también, por supuesto, y los residuos que dejan cuando finaliza su vida útil. Y refrigerar cada terminal, cada servidor, cada elemento que forma parte del mundo virtual, implica un enorme consumo de recursos. Pero luego está esa actividad diaria de todos los usuarios en todo el mundo. Se calcula que el 7% de la electricidad consumida en todo el planeta corresponde al tráfico digital.

Cada búsqueda en Google o incluso cada correo electrónico que enviamos, deja una huella de carbono porque hay detrás un mix energético compuesto en gran parte de combustibles fósiles. Un e-mail estándar, con solo texto, puede emitir hasta 4 gramos de dióxido de carbono y uno con archivos adjuntos puede subir las emisiones hasta 12 veces más. Cada whatsapp, cada vídeo que subimos o bajamos, son pequeños gestos de contaminación digital. Ese consumo, medido en vatios por segundo, varía en función de, por ejemplo, el buscador que usemos o la red social en la que interactuemos.

Las redes sociales más contaminantes

Website Carbon, una calculadora de huella de carbono, permite saber cuáles son las redes sociales más contaminantes. Twitter, por ejemplo, emite 1,36 gramos de CO2 cada vez que alguien visita su web, lo que hace a esta red social más sucia que el 82% de las URL testadas por la mencionada web. Incluso YouTube, que almacena vídeos, contamina menos que Twitter.

En el lado opuesto se situaría Facebook, más limpia que el 85% de las URL, según Website Carbon. Su red hermana, Instagram, está en un punto medio: el 48% de las webs del mundo contamina más que ella.

¿Cómo compensar la contaminación digital?

Hay algunas cosas que podemos hacer para contrarrestar la contaminación digital que produce nuestra actividad en Internet:

  1. Cambiarnos a un hosting verde. Los hostings verdes o ecológicos utilizan energías renovables y optimizan sus recursos, de manera que el gasto que supone tener tu propia web alojada en un servidor proviene de fuentes que no arrojan dióxido de carbono al medio ambiente.
  2. Hacer nuestras webs más eficientes. Reducir el tamaño de imágenes y vídeos que consumen más recursos, mantener un estilo de escritura claro y conciso que no obligue al usuario a hacer búsquedas externas u optimizar los elementos de la web para reducir los tiempos de carga son algunas de las prácticas sostenibles que podemos implementar.
  3. Plantar un árbol. Un simple árbol puede absorber el CO2 que se desprende de tu propia contaminación digital y, de paso, embelleces tu entorno. ¿No es un gesto precioso?