Parece claro para la inmensa mayoría de los agentes sociales que hay que tender a ciudades cada vez más verdes. Este consenso en el avance hacia la sostenibilidad lleva implícitos pactos como el Acuerdo por una ciudad verde, y entre los puntos pactados estaba el de fomentar la biodiversidad dentro de las ciudades. Renaturalizar los espacios urbanos es una de las tareas en el horizonte de numerosas administraciones; estas son algunas de las ideas que los expertos proponen para su desarrollo y cuyo testigo recogen las ciudades más concienciadas con la transición ecológica.
Renaturalizar solares
En la mayoría de las ciudades existen solares sin un uso determinado; hablamos de los típicos descampados, que terminan convirtiéndose en espacios de acumulación de residuos. Los ecologistas proponen crear espacios para la biodiversidad con vegetación adventicia (es decir, que crece espontáneamente y no necesita cuidados) e insectos. Cualquier paso a favor de la expansión de los espacios verdes reduce el efecto isla de calor tan típico de las zonas con mucha densidad de población y edificios.
Proteger (y cuidar) el patrimonio natural existente
Hasta las metrópolis cuentan con patrimonio natural; la idea es proteger y conservar el que queda. De hecho, se puede fomentar la biodiversidad con determinadas acciones. Un ejemplo es la renaturalización del río Manzanares a su paso por Madrid, que ha recuperado caudal y ha recuperado su hábitat.
Creación de corredores ecológicos
Un corredor ecológico conecta distintos espacios naturales con el fin de conservar diversos hábitats y especies. Precisamente eso, un corredor ecológico, es lo que se hizo con la mencionada renaturalización del tramo urbano del Manzanares (la cuenca alta del río estaba declarada reserva de la biosfera desde 1992).
Potenciar el arbolado urbano
Una de las formas más obvias de renaturalizar los espacios urbanos es el arbolado. La OMS le pone cifras: un árbol estratégicamente plantado ahorraría al planeta 10 kg de emisiones de carbono procedentes de los aires acondicionados. Pero no se trata solo de plantar árboles, que contribuyen a limpiar el aire y a reducir la huella de carbono, sino de cuidar su poda, imprescindible para su supervivencia y para la seguridad de los ciudadanos.
Parques públicos naturalizados
La tendencia es a que dichos parques sustituyan los elementos artificiales por plantas y arboleda: la idea es la de cambiar el ecosistema artificial por uno natural.
Crear microrreservas de flora y/o fauna
Proteger los hábitats es posible incluso en aquellos municipios en los que, por su extensión o su presupuesto, no es viable una intervención más profunda. Las microrreservas de biodiversidad tienen un escaso impacto en superficie disponible y en lo que respecta a actividades ya existentes, y es un método de preservar valores naturales relevantes.
Conectar la ciudad con los espacios naturales
Anillos o corredores verdes, rutas…, son algunos de los proyectos que manejan distintas ciudades. Málaga, por ejemplo, prevé reforestar las más de 7.000 hectáreas de monte que la rodean de aquí al 2050.
Empleo de terrenos públicos para el fomento de la biodiversidad
Patios, jardines, techos y demás espacios de propiedad pública pueden ser espacios idóneos para proteger especies vegetales o animales (conservación de nidos, colmenas…). Es en estos lugares donde se puede potenciar este tipo de acciones, puesto que no entran en conflicto los intereses de comunidades de vecinos, por ejemplo.
Reducción o abandono de herbicidas químicos
En los espacios verdes de los que dispone un entorno urbano, los ecologistas aconsejan evitar este tipo de sustancias, que dañan el suelo, al medio ambiente y a especies animales como los insectos polinizadores.