Ante un mercado laboral excesivamente competitivo y con un alto nivel de exigencia, el departamento de recursos humanos o gestión de personas de las empresas ha comenzado a dar más importancia a las competencias profesionales que a los títulos. Una de las más demandadas a los candidatos es la capacidad de sobrellevar el trabajo bajo presión.
El profesional que tiene la capacidad de completar tareas en un tiempo reducido y sin estrés es un perfil que interesa cada vez más a las organizaciones. Quien no sepa está a tiempo de aprender, porque sobrellevar el trabajo bajo presión es cuestión, sobre todo, de organización.
¿Qué consideramos trabajo bajo presión?
El trabajo bajo presión suele darse, principalmente, en momentos de crisis o cuando existe la necesidad de completar tareas en el menor tiempo posible, algo cada vez más común en el mercado laboral actual.
Hay profesionales capaces de mantener sus niveles de rendimiento incluso trabajando con altas exigencias. El secreto para que la productividad no se vea afectada en circunstancias adversas pasa por saber manejarse en las situaciones con planificación, organización, priorización y capacidad de concentración en asuntos importantes. Además, hay que saber cuándo decir “no” y, por supuesto, aprender a delegar tareas. Actuar con rapidez, controlar las emociones y la capacidad de adaptación, también son importantes para realizar tareas cuando contamos con tiempo limitado.
¿Es bueno o malo trabajar con presión en el trabajo?
Si no estamos acostumbrados a trabajar bajo presión podría ocurrir que la situación nos desborde y se produzca un desequilibrio físico y emocional conocido como estrés laboral. En realidad, ciertas dosis de estrés pueden resultar positivas ya que nos mantienen alerta y concentrados, haciéndonos ser más eficientes y aceptando los retos como un aprendizaje que nos conducirá a experiencias de crecimiento profesional.
El problema llega cuando no sabemos gestionar nuestros niveles de estrés, ya que esta situación nos hará sentirnos cansados y agobiados, lo que afectará, sin duda, a nuestra productividad e incluso podría tener consecuencias para nuestra salud.
Consejos para trabajar bajo circunstancias adversas
Trabajar bajo presión puede dejar de ser una capacidad para convertirse en un problema que nos afecte a nivel personal y profesional. Para evitarlo, la primera regla es no descuidar nuestro descanso, lo que se traduce en la necesidad de dormir al menos siete horas diarias, realizar deporte y tener oportunidades de desconexión.
Una empresa saludable mantiene un buen ambiente de trabajo y tiene líderes que valoran a los miembros de sus equipos, facilitándoles el tiempo de ocio y la conciliación de la vida laboral y la profesional. De esta manera, las personas no se sentirán descontentas cuando tienen que dar lo mejor de sí mismas.
En este sentido, resulta muy beneficioso para los profesionales contar con salas de descanso o lugares donde poder desconectar durante unos minutos del trabajo diario. De igual forma, las técnicas de mindfulness o de relajación pueden resultar de utilidad para gestionar el estrés y organizarse correctamente en el día a día.
Claves para ser capaz de trabajar bajo presión
Quienes estén buscando combatir el estrés laboral y desarrollar la habilidad profesional de trabajar bajo presión deben tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Ser realista: solo hay que asumir aquellos objetivos que nos permitan realizar adecuadamente nuestro trabajo, lo que implica ser realista en los plazos marcados.
- Clasificación de tareas: dividir las tareas entre urgentes e importantes nos permitirá saber a qué nos tenemos que dedicar primero y durante cuánto tiempo. También nos permitirá plantearnos la opción de delegar.
- Organización: asignar un tiempo a cada tarea antes de ponernos con todas ellas nos hará tener constancia de qué objetivos podemos asumir.
- Autoconocimiento: a medida que vamos realizando una tarea repetidamente encontraremos trucos o fórmulas que nos permitirán aumentar nuestro rendimiento.
- Orden: hay que centrarse en realizar las tareas por orden y no empezar la siguiente hasta no haber completado la anterior, también es importante evitar las interrupciones que desvíen nuestra atención.
- Aprovechar las primeras horas de día: hay que realizar las tareas más pesadas o tediosas cuando estamos en mejores condiciones de lograr un rendimiento óptimo. A primera hora de la mañana es posible que nos encontremos en mejor disposición de asumirlas.
- Delegar y pedir ayuda: cuando veamos que no es posible cumplir los plazos marcados es el momento de delegar tareas o solicitar ayuda a nuestros compañeros o superiores.
- Descansar y desconectar: por cada 25 minutos de trabajo continuado e intenso conviene descansar cinco minutos, desconectando completamente de la actividad en la que estamos inmersos.
- Mantener una actitud optimista: las posturas que tienden a la negatividad abren escenarios de inseguridad y desconfianza, mientras que una actitud positiva convierte cada reto en una oportunidad de mejora. La inteligencia emocional nos ayudará a aumentar nuestro rendimiento en situaciones de estrés.
Realizar trabajo bajo presión nos mantiene activos y nos permite descubrir nuestras habilidades, fortalezas y límites. Podemos aprender a ofrecer el máximo rendimiento en cualquier circunstancia si sabemos gestionar adecuadamente nuestros niveles de estrés.