Este curso escolar está rodeado de incertidumbres. Para todas las familias es una prioridad la seguridad de sus hijos, pero también muchos padres y madres están preocupados por saber durante cuánto tiempo podrán contar con los colegios abiertos y, por tanto, trabajar con normalidad, o cómo se van a organizar cuando los pequeños presenten síntomas que les hagan quedarse en casa. Aportar algunas certezas es un alivio para todos.
La primera debe ser sanitaria. Un estudio elaborado por el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona sobre la afectación en niños del COVID-19 demuestra que los más pequeños sufren la enfermedad con cuadros poco graves y que son menos transmisores del SARS-CoV-2 que los adultos en el entorno familiar, un ámbito de mucha proximidad y donde es difícil mantener las medidas de seguridad.
El mismo estudio demostró que la transmisión de la COVID-19 de niños a adultos con los que conviven es baja, pues solo en un 3,4% de los casos estudiados los menores fueron los transmisores del coronavirus a su núcleo familiar.
La seguridad en los colegios
Las escuelas, por otro lado, han implantado protocolos de seguridad e higienización que varían en función de la comunidad autónoma e incluso de los propios centros educativos, pero que, en la mayoría de los casos, hacen pensar que llevar a los niños a clase es razonablemente seguro. Sin embargo, el riesgo cero de contagio no existe.
En el contexto de esta situación, y ante el anuncio de algunos padres de no llevar a sus hijos a clase por miedo al contagio, la fiscalía de menores ha unificado criterios. Recuerda que en los tramos de edad comprendidos entre 6 y 16 años, “persiste la obligación legal de escolarización imperativa en los términos y condiciones establecidos por las legislaciones estatal y autonómica” y que su desatención voluntaria, injustificada y persistente acarreará consecuencias legales. El absentismo escolar sin síntomas de COVID se va a perseguir.
¿Pero cómo conseguir que los niños estén lo más seguros posible? Algunas familias se plantean meter un bote de gel hidroalcohólico en la mochila. Los expertos no lo rechazan, pero prefieren insistir en el lavado frecuente de manos con agua y jabón durante entre 20 y 40 segundos.
Respecto a las mascarillas, se deben utilizar las homologadas que realmente eviten la expulsión de fluidos al exterior. Si son reutilizables, el fabricante indicará el número máximo de lavados.
Cuándo y cómo deben quedarse los niños en casa
Lo que está claro es que los padres deberán estar atentos a los síntomas de los hijos y la gran dificultad surgirá al cobrar importancia los múltiples virus que afectan a los niños a lo largo del curso escolar. Sus síntomas son indistinguibles de los del COVID-19 y los criterios oficiales son claros. Los niños no podrán ir a clase con tos o dolor de cuello. Pero también la dificultad respiratoria, la pérdida de olfato e incluso el dolor abdominal, la presencia de vómitos o diarrea o la aparición de manchas en la piel podrían ser compatibles con el COVID-19. Ya no hace falta esperar a que el niño tenga 37,5 de fiebre para dejarlo en casa.
Según el Ministerio de Sanidad, si los síntomas aparecen en casa, hay que mantener el aislamiento domiciliario y pedir cita en un CAP para valorar si es necesaria o no la realización de la PCR. Y en función de los síntomas, se establecerán unas cuarentenas de mayor o menor duración.
Ante la perspectiva de tener a los niños durante semanas o meses en casa por esta sintomatología, algunos padres están pensando en alternativas a la escuela para el cuidado y formación de sus hijos, sobre todo en educación infantil, que no es obligatoria. La pandemia ha dado visibilidad al modelo educativo de las madres de día: profesionales que educan en sus casas a niños de hasta 3 años y en grupos con un máximo de 4 alumnos. La desventaja es que solo están reguladas en la Comunidad de Madrid y en Navarra. En Galicia ésta se ciñe al ámbito rural.
¿Qué efectos tendrán las nuevas medidas?
A los que les preocupa cómo influirá en los niños relacionarse con mascarilla, los especialistas responden con cautela. Sobre las competencias del lenguaje, el impacto se prevé leve o nulo, puesto que es obligatoria a partir de los 12 años, cuando el lenguaje está ya consolidado.
El establecimiento de grupos de convivencia cerrados y la anulación de la libre circulación entre aulas y actividades con niños de cursos superiores no tiene por qué perjudicar a los menores. Como ejemplo están las escuelas rurales, donde los grupos son muy reducidos y, sin embargo, las habilidades sociales de los pequeños son las habituales.
Mención expresa merecen los niños que no podrán acceder a la educación a distancia. Sobre ellos habrá que actuar específicamente, del mismo modo que se ha hecho habitualmente con los alumnos en condiciones económicas desfavorecidas.
No se debe olvidar que el poder del COVID es temporal. Lo que ocurra en este curso 2020-2021 quizás no quede más que como un recuerdo peculiar en la larga vida del escolar.
Samanta Villar
Periodista, escritora, presentadora de televisión española y madre de mellizos. Conocida por sus programas de formato docu-reality, galardonada con un Antena de Plata, un Antena de Oro y el Ondas.